A renglón seguido están en pleno auge las fuerzas de la caverna política inmersas en el PP (los que no se avergüenzan de vanagloriar al dictador, los cachorros de Nuevas Generaciones que con todo lujo de detalles alzan el brazo a la romana delante de banderas fascistas, alcaldes con retratos del dictador en sus despachos oficiales, los periodistas de TVE llamando en 2013 caudillo al mayor genocida de España, la exhibición de símbolos fascistas y nazis de Quijorna, a los que la alcaldesa del PP no ha dado importancia, etc.) todos ellos dirigidos, apoyados y ocultados por lideres políticos de la extrema derecha inserta en el partido del Gobierno, todo ello ha servido de caldo de cultivo para que se desarrolle una reorganización de los grupos ultras que añoran el franquismo, y por consiguiente, la perdida del miedo a declararse públicamente fascistas con el consiguiente auge del fascismo en el país, sin que el Gobierno haga nada y se quede con los brazos cruzados ante tales eventos y actitudes que en Alemania, o en cualquier país de Europa occidental están penados con la cárcel.

La actual crisis económica propiciada por los mercados está teniendo su traslación al cuerpo ciudadano mediante el miedo, otro fenómeno que está calando en la sociedad española. Porque éste es el preludio para que el fascismo de diferente ropaje se desarrolle y cale en amplias capas de la población española.

Estamos asistiendo al nacimiento de un nuevo fascismo que nada tiene que ver con el fascismo militarista que irrumpió en Europa a mediados del siglo XX. Éste que vuelve a resurgir es más sofisticado y lleva consigo otros adjetivos que aunque menos beligerantes en el terreno lingüístico, sus fines son los mismos que propiciaron su culmen en la Alemania nazi, o en la Italia y España fascistas.

Hablamos del fascismo social, del fascismo político, del fascismo comunicativo, de un fascismo económico y de un fascismo financiero.

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